Desde tiempo inmemorial, existe un territorio en España en el que el automovilismo deportivo no es deporte, sino una religión. Un lugar donde los colegios y las empresas dan el día libre para que escolares y trabajadores, puedan disfrutar del paso de un coche de competición. Una región en la que el deporte rey se practica pisando a fondo un acelerador. En Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria, Tenerife, El Hierro, La Palma y La Gomera (En la Graciosa es inviable, de momento) se viven los rallyes de una manera muy especial. Como el mojo picón, la playa o el carnaval. Está profundamente arraigado en el ADN del canario. Y eso a “Los Godos” nos sorprende y por qué no decirlo, nos causa mucha envidia.

Foto de familia de los equipos del Rallye Islas Canarias 2021

 

Recuerdo la primera vez que estuve en Gran Canaria. Iba con cuatro amigos en un coche conociendo la isla cuando llegamos al famoso cruce de Tejeda. Allí les pedí que me fotografiaran no con el espectacular paisaje que nos rodeaba. Quería una foto junto a los carteles, para mi emblemáticos, que señalaban a Cruz de Tejeda, Pozo de las Nieves y Roque Nublo tantas veces vistos en crónicas de carreras de aquellos lares. Llevo varios años acudiendo al Rallye Islas Canarias de Gran Canaria. La presencia de un familiar directo, residiendo en la isla, lo hace más fácil y apetecible. Este año iba a ser especial. Por primera vez acudía con mi hijo de siete años. Gracias a la mediación de este familiar, nos conseguía un par de pases vip para ver mejor la ceremonia de pódium y el parque cerrado (Mil gracias a CICAR y a Nayra Valls por su atención)

 

El espectáculo que montó la organización de la carrera en la ceremonia de salida, estuvo a la altura de su importancia.

 

¿Cómo se explica que un pabellón como el Gran Canaria Arena, se llenara de aficionados ávidos de animar a los más de setenta equipos participantes, desde más de una hora antes del comienzo?

Kevin y Killian son dos alumnos del Instituto Santa María de Guía. Estudian un módulo de FP de Electromecánica de Vehículos. Hoy, como el resto de días lectivos,  están en clase. Pero no dentro del centro. La clase es impartida en una izquierda muy estrecha, al comienzo del tramo de Vega de San Mateo. Me cuentan que para ellos es el mejor día del año. La mañana que van con sus compañeros a ver, oír y disfrutar del rallye. Porque aquí se viene a lo que se viene. El móvil no para de hacer vídeos que luego verán en el aula, mientras bocatas “de Pata” y refrescos hacen más llevadera la espera a la siguiente pasada. Y la tabla de tiempos siempre abierta, para comprobar con regocijo de algunos y desesperación de otros, que Enrique Cruz le ha metido unos cuantos segundos a Luis Monzón en el tramo anterior. El Barsa y el Madrid canarios. Y no hay medias tintas.

 

José María Ponce es leyenda del automovilismo canario, con un pabellón rendido a sus pies.

 

Aquí los niños no se saben de carrerilla la alineación de la Unión Deportiva, o del Club Deportivo Tenerife. Aquí los niños te cuentan como un mantra, cuando José María Ponce con aquel BMW M3 mítico de Camel/Sprite, hizo un tiempazo en la Era del Cardón, lloviendo y con niebla en una edición remota. Tradición oral contada de padres a hijos. Normal que después se caiga literalmente a aplausos el pabellón cuando el que fuera alcalde de Arucas y diputado nacional, aparece en escena. Una leyenda viva del automovilismo canario. Como dicen por allí, patrimonio del país.

 

Lo mejor para reponer fuerzas. Papas con mojo, carne de cochino y una Tropical helada.

 

En La Lechuza, en el municipio de Vega de San Mateo, Carlos y Carolina llevan con esmero y cariño Bochinche Cantina La Lechuza, el lugar de reunión de todos los parroquianos. Acudo por la noche con mi familia a reponer fuerzas después de un largo día de carreras. Hace mucho frío fuera y dentro el bar está a tope, con una clientela un poco más agitada de la cuenta. Me dice Carlos, su propietario, que le perdonemos el ruido que sufrimos, que los chicos están muy animados por el Rallye, comentando las peripecias vividas a pie de cuneta. Porque allí, en las islas afortunadas, en los bares, se habla y se discute de rallyes. Como no podía ser de otra manera.

 

La afición canaria nunca falta a la cita con su Rallye.

 

Más tarde, al calor de un ron miel, y con la cantina más tranquila, la tertulia entre los pocos que quedamos en la barra discurre placentera e instructiva. Y con el paso de los minutos de grata conversación, me doy cuenta que soy el único de los presentes que no se ha puesto un casco en un coche de competición. Afloran historias, fotos y recuerdos de otras épocas. Y poco a poco noto que me empiezan a mirar de otra forma. Aunque venga de la península, me tienen como un loco de los rallyes. Igual que ellos. Bendita tribu.

Al día siguiente Carlos me regala un libro “Medardo, nacido para correr… y ganar” la biografía contada por compañeros de otra leyenda canaria, Medardo Pérez, y me presta por unas horas un auténtico incunable: “El Corte Inglés, Historia de un Rallye”, que lo leo con avidez. Veo que está lleno de fotos dedicadas y con anotaciones en esos papelitos amarillos que se pegan. La prueba de que el manuscrito no está perdido en su biblioteca, sino que está vivo.

 

Mensaje claro y conciso… que no necesita más comentario.

 

No se lo piensen. Cada vez somos más los que peregrinamos a la meca olvidada de los rallyes. La Isla de Magadascar para los biólogos. A poco más de dos horas de avión, no solo les esperan unas gentes encantadoras, y unos paisajes que quitan el hipo, por no hablar de su gastronomía. En lo que se tarda en ver una película, se puede llegar a un auténtico paraíso para el quemado de las carreras. Nuestro particular paraíso. Disfrútenlo, muyayos.