Aquel guarda de seguridad nos miró de arriba y bajo y masculló algo al oído de su compañero. Éste, sin dejar de atender a aquella puerta improvisada con vallas galvanizadas y con más de una obra a sus espaldas, le hizo un leve movimiento afirmativo de cabeza, y con su mano derecha nos indicó de modo firme que nos apartáramos de allí. Que nos echáramos a un lado. La gente seguía entrando, y aquellos dos trabajadores que flanqueaban aquel paso, nos impedían acceder a nuestro objetivo. ¡Y qué objetivo!.
La verdad es que unas cuantas horas antes no me hubiera imaginado estar en aquella situación. En pleno mes de Septiembre, era y es costumbre en mi pueblo, Ubrique, que en la semana de feria, la mayor parte de mis paisanos se pirara a conocer otros lares. Y mi familia aquel año no fue menos. El destino elegido fue Asturias. Después de conocer Picos de Europa, aquel jueves pusimos rumbo a Gijón. Pero el viernes, a media mañana, me entraron unas ganas irrefrenables de conocer Oviedo. Por aquel entonces no tenía carnet de conducir, así que empecé a venderles a mis padres la posibilidad de conocer la ciudad.
Me puse tan pesado, que parecía el responsable de la oficina de turismo del Ayuntamiento ovetense. Que si su famosa Catedral con el pañolón del rostro de Cristo que allí guardan y veneran, que si pasear por la calle Gascona, que si el Teatro Clara Campoamor, lugar de entrega de los afamados premios Príncipe -hoy Princesa- de Asturias, etc. Y solo a media hora de donde estábamos.
Así una vez más, mis padres accedían a mis súplicas, aunque siempre sospeché que algo se olían. Fue al entrar por la Avenida Pepe Cosmen, cuando en la marquesina de una parada de bus, mi padre descubre el pastel. Un cartel gigante con aquel Renault Clío Blanco de la Red de Concesionarios Renault de Asturias que anunciaba la celebración de la 38ª edición del Rallye Príncipe de Asturias puntuable para el nacional. Y en un par de horas empezaba el reconocimiento del primer tramo cronometrado del Rallye, en las inmediaciones del Estadio Carlos Tartiere, lugar donde estaban también las asistencias y la sede de la prueba.
“Os recogemos a las 21.00. En esta misma parada. Pasadlo bien”.
Así que mi hermano Andrés y yo pusimos rumbo para el estadio. Y al llegar allí el chasco. Había que sacar una entrada en el Corte Inglés para acceder al recinto que la organización había preparado y esas entradas eran lo que aquellos amables guardias de seguridad nos pedían. Y no teníamos. Entonces les dije lo primero que se me vino a la cabeza: Somos amigos de Miguel Ángel Zunino, es un piloto andaluz que corre hoy y veníamos a saludarle y a desearle suerte. Y aquella estratagema, creo que surtió efecto. El segurata más cercano me susurró al oído: Mi compañero os ha pedido que os apartarais para que no cantara mucho, porque os vamos a dejar pasar. No os da tiempo a ir a por las entradas y parece que verdaderamente tenéis interés en ver el rallye. Y por vuestro acento, desde luego de aquí no sois. Así que esperad un momentín que esto se despeje. Os vamos a dar hasta el programa oficial. Aquella tarde de septiembre de 2001 se convirtió en una de las más memorables de mi vida.
En un año en el que parece que se va a batir un récord en cuanto a equipos andaluces siguiendo copas nacionales de rallyes se refiere, es justo y emocionante recordar aquellos que durante años se liaron la manta a la cabeza, y haciendo un verdadero sacrificio –personal y sobre todo económico- enarbolaron la bandera andaluza por toda nuestra piel de toro. Incluso los ha habido que se han sentado en un coche de carreras mucho más arriba de los Pirineos.
Y hay que remontarse mucho, pero que mucho tiempo atrás, para encontrar la primera participación andaluza en una prueba nacional automovilística. En este segundo “A fondo y con fe” vamos a viajar durante la década de los cincuenta hasta los inicios de los noventa, por la historia del automovilismo andaluz más allá de nuestros dominios. Nos ajustamos los arneses, nos ponemos el casco y comenzamos.
Año 1953. El Real Automóvil Club de España (RACE) decide organizar un Rallye para celebrar las Bodas de Oro de la entidad. Estamos ante la primera prueba automovilística (junto al Rallye Costa Brava) que se celebra en España. Constaba nada menos que de 1.444 kilómetros de regularidad, y el recorrido era por toda la península. Se podía salir desde cinco capitales: Madrid, Sevilla, Valencia, Bilbao y Barcelona y tuvo una inscripción de 96 equipos que lucharon por las 20.000 pesetas de la época para el vencedor. (Una auténtica fortuna). Se tiene constancia que salieron varios equipos andaluces desde la ciudad hispalense, pero el que quedó para la historia fue el piloto gaditano Gerardo Moreno Requejo, que con su Renault 4/4 logró imponerse en la categoría de hasta 1.000 cc, y llevarse unas 15.000 pesetas.
En nuestra tierra, en 1954, se disputaba la primera vuelta automovilística a Andalucía, con cincuenta equipos en la línea de salida, muchos de ellos andaluces y con apellidos conocidos por todo buen aficionado. En 1956 se instauraba el primer Campeonato de España de Rallyes con lo que poco a poco fueron apareciendo nuevas pruebas por toda la geografía nacional. En este periodo de finales de los cincuenta y principios de la década de los sesenta, puede que algún piloto andaluz se aventurara a participar en pruebas nacionales, aunque no constan registros claros.
Lo que si parece confirmado es que el piloto cordobés afincado en Sevilla, Helio Tevar, disputó en 1966, a los mandos de un Ford Cortina Lotus y con J.J. Arenas en el asiento derecho, la 14ª edición del Race Rallye de España, tercera prueba del nacional, -que estrenaba en aquella ocasión también puntuabilidad europea- Con salida en San Sebastián, y un recorrido de 2.340 km, constaba de 24 tramos de velocidad y 3 carreras en los circuitos de Alcañiz, Venta Cabrera y la Casa de Campo de Madrid. Finalizaron en una meritoria octava posición final después de que comenzaran tal “aventura” cincuenta equipos.
En 1972 disputó el Criterium Luis Baviera (llamado así en honor de Luis Baviera, copiloto de Bernard Tramon, que falleció en el Rallye Costa del Sol de 1966), una carrera que se celebraba en los alrededores de Madrid, también del nacional, orígenes del Rallye Shalymar y posterior Rallye de Madrid. En esta ocasión lo hizo a los mandos de un Seat 1430, un auténtico aparato para la época, finalizando en 8ª posición. En ese mismo año, y aunque no tuviera puntuabilidad nacional, lograba la victoria en la segunda edición del Rallye de la Vendimia, con idéntica montura, prueba en la que en años posteriores obtendría brillantes resultados.
Hablar de los finales de los setenta y principios de los ochenta es hablar de un apellido malagueño ilustre: Villar. Y es que los malagueños hermanos Villar, son historia del automovilismo andaluz. Hijos de Don Ricardo Villar Segismundi, murciano de nacimiento, pero que llegó siendo un niño a Málaga, importante empresario de transporte de viajeros, piloto de avionetas, con varios títulos nacionales, y con participaciones esporádicas en las carreras automovilísticas de la época (como en la citada I Vuelta Automovilística a Andalucia, e incluso varios Rallyes de Montecarlo), iba a inculcar en sus hijos primero su pasión por volar, y después, su pasión por los coches.
En 1974, Enrique Villar, (Campeón Andaluz de Rallyes 1998, 1999 y 2.000), comenzó su andadura en pruebas nacionales disputando el Criterium de la Rioja, a bordo de un Seat 1430/1600, con una octava posición final. En 1979 disputó tres pruebas del campeonato: Rallye de Maspalomas con un BMW, Rallye de Orense con un Porsche 911, y el Rallye de Shalymar con un Porsche 911 Carrera, finalizando en segunda posición.
En ese mismo año, su hermano Ricardo Villar también concurría a 4 pruebas: Rallye Maspalomas, Rallye de Fallas, 500 km nocturnos de Alicante y Shalymar, consiguiendo en la prueba alicantina la segunda posición, y convirtiéndose en el primer andaluz en subir al pódium en una prueba del nacional, a bordo de un Porsche 911 y con Juan Antonio Díaz de copiloto.
Ya en los años ochenta, Enrique Villar participa en varias pruebas del Campeonato, (siempre con el inefable Federico “Coco” Garret de copi), destacando la victoria en 1981 en la 3ª edición del Rallye Sierra Morena, aunque en esa ocasión con Luis Javier Olmedo de copiloto y con el Porsche 911 SC, consiguiendo ser el primer andaluz en tener en su palmarés un triunfo en una prueba del nacional de rallyes. Destaca además la segunda posición en el Rallye Internacional de Tenerife de 1981 con más de ochenta equipos participantes.
En esta década de los 80 fueron surgiendo más pruebas regionales, y además la especialidad de la montaña acaparaba buena parte de la atención de los pilotos, por lo que “salir fuera de nuestras fronteras” para correr, tampoco era ya un asunto primordial.
En 1985 el cordobés José Luis Toril (Campeón andaluz 1985 y 1994) junto a su esposa, la francesa Petra Boquoi, disputaron un par de pruebas del nacional (Criterium Mora Renault y el Rallye de León) con un Volkswagen Golf GTI, siendo uno de los equipos mas asiduos a las carreras de casa y convirtiéndose en un especialista en el Sierra Morena.
Llegamos a finales de los ochenta y principios de la década de los noventa. En aquellos años el cordobés Francisco Palomo (con cuatro entorchados andaluces) y su Peugeot 205 Rallye conseguía importantes resultados en el Rallye de la Vendimia, con un tercer puesto en 1988 y su victoria en la edición de 1989. Pero si hablamos de un piloto andaluz con triunfos en el Rallye de Almendralejo, ese es el jienense Rafael Palomares (también con cuatro campeonatos andaluces en sus vitrinas), que conseguía llegar primero a la Plaza del Vendimiador de la localidad pacense en nada menos que en cuatro ocasiones: 1993 y 1994 pilotando su Ford Escort Cosworth, y en 1995 y 1996 con el laureado Renault Clio Williams, y en todas ellas con José Ramos a la derecha.
Terminamos este segundo “A fondo y con fe”, en el año 1991. El linarense Juan Antonio Tobaruela (Campeón Andaluz 1992) después de varios años disputando pruebas esporádicas con un Citroen AX (Caja Alicante y Vendimia 1988 o Rallye Valeo 1991) protagoniza otro hito del automovilismo andaluz al ser el primer piloto en disputar una prueba mundialista, el 27ª Rallye de Cataluña-Costa Brava -Rallye de España- de 1991 que en aquella edición estrenaba tal puntuabilidad, aunque solo para pilotos y con casi 600 kilómetros de lucha contra el crono. Lo hizo a bordo de su Peugeot 309 GTI y con Paco López en las labores de copiloto. Firmaron la vigésimo novena posición final, en una prueba que se adjudicó el alemán Armin Schwarz con el Toyota Celica GT4, secundado en el pódium por Kankkunen con el Lancia Delta y Delecour con el Sierra Cosworth. Sainz y Moya abandonaron al no arrancar su Toyota al comienzo del segundo día.