Según la Real Academia Española de la lengua, vulgo R.A.E., el adjetivo “loco”, en sus dos primeras acepciones, es: 1.- Que ha perdido la razón. 2.-De poco juicio, disparatado e imprudente. En el mundillo automovilístico, el personal con un toque en la cabeza, o como diría el amigo Galera “con un plomillazo pegado” es abundante, por no decir mayoritario.

Y no me estoy refiriendo sólo al que pierde su sano juicio en comprometer su patrimonio para disfrutar de su deporte favorito, o al aficionado de Córdoba (un saludo primo Álvaro), que se recorre toda la piel de toro para ver un rallye del regional gallego. O tú o yo, que un domingo o un sábado cualquiera, nos hemos levantado cuando todavía no estaban puestas las calles, y que después de soplar en el correspondiente control de alcoholemia, que siempre nos paraban, le hemos soltado al agente de turno aquello de “pues claro que es “00”, si es que nos acabamos de levantar, porque vamos a ver el rally tal o la subida a cual”, con cientos de kilómetros por delante.

Hoy en este “A Fondo y con Fe” quiero hacer un reconocimiento a ese grupo de chalados, que gracias a su locura genuina, hace que el desequilibrado de los coches pueda correr, y el trastornado de la cuneta lo pueda disfrutar. Me estoy refiriendo a una clase de hombres y mujeres que está en grave peligro de extinción. Es el “Homo Organizatensis” o más comúnmente conocido, como el organizador. Su patrón es San Lorenzo, por aquello de que su estado natural es siempre estar quemado tras cada prueba, para luego convertirse en un Lázaro de la vida, viviendo así en una permanente rueda de sentimientos.

¿Qué serían las carreras sin organizador? Sencillamente, no existirían. Para muchos es esa persona que se rodea de un grupo de seguidores, que por mover cuatro papeles, preparar una bolsa de bocadillos y ponerse un peto una mañana, -paseándose además en un coche prestado de alta gama-, se llena los bolsillos a manos llenas. Para otros, entre los que me incluyo, es una “rara avis” masoquista, que gusta de poner en juego y en juicio público su prestigio personal, patrimonial e incluso jurídico, para que otros disfruten.

Un conocido organizador me contó una noche en una agradable cena, que la noche del escrutinio de las elecciones municipales era su particular pistoletazo de salida para preparar la organización de pruebas de cara a la temporada siguiente en año post-electoral. Cogía lápiz y papel, y se dedicaba a apuntar si el alcalde de tal pueblo seguía en el cargo o, por el contrario, había salido otro que prefería gastarse el dinero en otra cosa alejado de cuatro ruedas que hicieran ruido. Y lo mismo si cambiaba de signo político una Diputación y la Comunidad Autónoma.

La organización de una prueba arranca muchos meses antes. Reuniones constantes buscando la promesa de un apoyo económico, reuniones con los “dueños” de las carreteras (léase p.ej. Diputaciones) jurándoles por los más sagrado que una vez terminada la carrera, el asfalto estará impoluto y las cunetas en estado de revista, y más reuniones con jefaturas de tráfico y guardia civil. A eso le sumas las solicitudes de realización de la prueba, informes para los cortes de carretera, notificaciones a centros sanitarios, bomberos, visto bueno de Medio Ambiente, del Plan Infoca, del Programa Life de Recuperación de Aves Rapaces…. Para volverse, locos.

En nuestra querida Andalucía tenemos un buen ramillete de estos benditos chalados. No están todos los que son, pero si son todos los que están: por antigüedad en el “cargo”, Paco Galera y Carmen Brome llevan organizando carreras, desde la Isla de León y bajo el paraguas de Escudería Sur, desde casi antes de que se inventaran las mismas. El montillano afincado ya en Ubrique, Rafael Arjona y su gente de RS Sport, con los que ASO y David Castera, organizadores del Dakar, cuentan para llevar gran parte del peso del Rallye de Andalucía; Manolo Muñoz y toda la gente del Automóvil Club de Córdoba, que no sólo recuperaron el Rallye Sierra Morena, sino que lo mantienen en el olimpo español; Escudería Ubrique, con Pedro Carlos García y Paco Galán; Escudería Sierra Morena, con Rubén Sánchez a la cabeza; Automóvil Club de Jerez con Javier Galán e Ildefonso Sánchez; la gente de Escudería Slicks Sevilla; Salvador Segura y el Automóvil Club Balcón del Almanzora, o los integrantes del Automóvil Club Almería.

Especialistas todos ellos en noches sin dormir, en robarle tiempo al trabajo y a la familia, para resolver hasta el último momento los cabos sueltos, y dejar su criatura, una vez terminada, en manos del Director de Carrera, que también, por amor al arte, se jugará su prestigio y cómo no, su propio patrimonio. Otro que se le va la pinza.

Párate a pensarlo la próxima vez que estés con el casco puesto o a pie de cuneta. A los primeros, con el pago de una inscripción, se les han cortado muchos kilómetros de carretera para que puedan correr a gusto, con seguridad y asistencia sanitaria. A los segundos, se les proporciona un espectáculo de primera magnitud, y encima gratis. Todo ello gracias, muchas veces, al trabajo desinteresado de los organizadores.

Por el bien de todos, que el “Homo Organizatensis” no desaparezca nunca. Que siempre existan estos locos de remate.