Este fin de semana se disputa, después de dos años de suspensiones, la 25ª edición de la Subida a Ubrique-Benaocaz. Unas elecciones generales, y la pandemia propiciada por el Covid-19, han hecho que sea ya en verano y a finales de Junio, cuando volvamos a ver negro sobre blanco aquello tan manido de que “los motores de competición volverán a rugir en plena Sierra de Cádiz”
Pero en este a fondo y con fe no me quiero parar en los detalles propios de la carrera, que podréis encontrar de forma amplia en Petroracing: La lista de inscritos será de aúpa, con los primeros espadas de la montaña nacional confirmados; Escudería Ubrique lo tendrá todo atado y bien atado, como suele ser costumbre, y el personal ya sabrá de sobra que el corte de la carretera es sobre las 11:00 de la mañana, por lo que el Huracán de Fombona o el BRC de Villa probarán la nueva variante a eso de las 12:30 del sábado.
Me quiero centrar en el protagonista olvidado de la carrera: El Trazado. Vamos a iniciar un viaje histórico, que no deportivo, por esos 4.485 metros que (casi) une las localidades de Ubrique y Benaocaz. Comenzamos:
Tenemos ya nuestro coche de carreras saliendo de la zona de parque de trabajo. Todos los indicadores de presión de aceite, temperatura etc etc están correctos. Miro como puedo a mi izquierda y derecha (deberían inventar un Hans menos rígido) y me encuentro con bloques de pisos de no más de cuatro plantas. Es la Barriada de Andalucía o como de pequeños la llamábamos los oriundos “La Cooperativa”. Barrio de gente trabajadora, la mayoría formando parte del ejercito de hombres y mujeres que cada día, de sol a sol, dan forma con sus manos a varios trozos de cuero, que se convertirá en un bolso de alta costura, un maletín o una cartera, para terminar en cualquier escaparate de una firma de lujo en la Quinta Avenida de Nueva York, en los Campos Elíseos de París o también en cualquier galería de lujo de Qatar. ¿A que no lo sabías Nasser?
Estoy ya en la zona de presalida. A mi izquierda me encuentro este año con un edificio nuevo. Es la nueva fábrica de una conocida marca ubriqueña de artículo de piel. En Ubrique de toda la vida es la Fábrica del Piña. Bolsos, carteras, joyeros de lujo o bolsos de viaje han salido y saldrán de estas instalaciones para todo el mundo. Llevan trabajando más de 40 años con las mejores marcas del mercado. A mi derecha el cementerio municipal. Me dan la salida. Primera, segunda, tercera… voy engranando marchas y me encuentro una curva peraltada a derechas. Es la curva de las pitas llamada así por la gran cantidad de ejemplares de esta planta oriunda de México y el sur de los Estados Unidos, aunque a mí me que parece un aloe vera pero en plan bestia. En su lugar de origen se come como verdura (el espárrago grande para entendernos) y sus hojas se fermentan y se transforman en el Mescal, una bebida de alta graduación alcohólica parecida al tequila.
Sigo ganando metros y llego a la novedad de este año: la zona de la variante. Dejo la recta de la gasolinera y continúo por el trazado original de la carretera de salida de Ubrique. El polvero del currilloja es lo que tengo a mi derecha y una vez que negocio una curva a izquierda paso por la terraza de la Viña de las Cumbres, (donde sirven un mosto a tener en cuenta, buenos embutidos y platos de cuchara) y con el Instituto de FP a mi derecha. Unos metros más, giro a mi diestra para volver al trazado “normal” y me encuentro en uno de los sitios icónicos: La gasolinera. Y enfrente el Parque de Bomberos de Ubrique y de la Sierra de Cádiz, lugar donde tienen su base el Grupo de Rescate en Montaña, los auténticos ángeles de la guarda de los miles de excursionistas, senderistas y espeleólogos que acuden a estas montañas y a sus numerosas cuevas.
La curva cerrada a izquierda que negocio a continuación es la de La Cruz Roja llamada así por el edificio blanco y con aspecto de abandonado, construido hace muchos años y pensado para albergar un puesto permanente de miembros de la referida institución. Cosa que creo sucedió de forma circunstancial. Y justo detrás de este edificio tenemos uno mucho más grande y con un aparcamiento recién asfaltado. Lo habéis adivinado, es otra fábrica de artículos de piel, en este caso conocida como Invercumbre, también del Grupo Piña-Valle, la empresa más grande y potente de Ubrique (50 millones de euros de facturación de media). Louis Vuitton, Yves Saint Laurent, Prada, Richemont, Loewe, Chanel…… La confidencialidad, la discreción y el secretismo mandan. El bolso fetiche de la Reina Letizia salió de ese edificio.
De pronto la carretera ha cambiado, más estrecha y bacheada y me enfrento a una zona muy rápida de mucho corazón. Y de historia muy antigua. Un cartel a mi derecha anuncia una palabra “Ocuri”. Es la entrada al yacimiento del mismo nombre y de la propia historia de Ubrique. Los investigadores han estudiado que podría haber sido en sus inicios un asentamiento íbero, pero principalmente fue una importante ciudad romana, habiendo tenido su máximo esplendor alrededor del siglo II d.c., con acuñación de moneda propia. La teoría más plausible es aquella que la sitúa como ciudad aduana (Ocuri, etimológicamente “ir al encuentro de”) Todas las mercancías provenientes del comercio del Estrecho de Gibraltar con los pueblos africanos, deberían de pagar el correspondiente impuesto cuando pasaban por la calzada que la bordea, y que la conectaba con Astigi (Écija) y con la capital de la Baetica, Corduba (Córdoba) y de ahí al resto del Imperio. Un gran foro romano, zona de termas, restos de edificios públicos y tabernaes dentro del perímetro de una impresionante muralla ciclópea puede admirar el viajero, destacando un imponente Mausoleo columbario antes de alcanzar la puerta principal de entrada.
Rectas y curvas cerradas me salen al paso. Estoy en la zona de Santa Lucía y del Salto de la Mora. Zona ganadera de la comarca. Sigo ascendiendo y tengo que frenar con todas mis fuerzas para girar a la derecha en una curva que se cierra. La curva de los cazadores, uno de los puntos más delicados del trazado, escenario de varios accidentes en los 25 años de historia “oficial” de la Subida. (En los años 80 ya se disputaba con el nombre de Subida Tío Pepe). Ante mi se abre la zona más alta del trazado y donde más aficionados se concentran. La de las curvas encajonadas en piedra. Llego al lugar más emblemático de la subida. Horquilla a derecha y me encuentro una que se abre muy rápido a la izquierda casi sin darme tiempo a girar para verlo. Estoy en el pluviómetro. Es un cacharro de hierro con un almacén en forma de embudo que sirve para medir la cantidad de agua que cae por metro cuadrado. No es extraño que esté por aquí. La Sierra de Grazalema es el lugar de España donde más litros caen por metro cuadrado al año (2.200 litros de media).
Exprimo al máximo el motor de mi coche. Cientos de ojos me observan desde cualquier punto de la montaña. Incluso colgados a varios metros del suelo. Veo al fondo una nueva horquilla a la derecha, pero también por encima alguien que está practicando un deporte con varias prendas obligatorias como en el mío. Los dos llevamos cascos, zapatos especiales, pero él está atado por una cuerda y está pegado a una pared vertical como una lagartija. Es un escalador que intenta una de las muchas vías (Más de 120) que se pueden encontrar en el sector de la Cueva de la Higuera o conocida también como de la Veredilla, un sitio de referencia en la escalada en roca de la provincia de Cádiz. Su dificultad moderada y los buenos equipamientos técnicos de la misma, hacen que sea un lugar de obligada parada para aquellos locos que no sufren de vértigo.
Pero quizás lo más importante y destacable del trazado retorcido y encajonado en la piedra caliza por el que discurro, ya casi tocando con los dedos la meta, esté a varios metros bajo tierra de donde lucho con el volante. El conjunto de cavidades de la Veredilla es un referente en cuanto al estudio del Neolítico andaluz. En sus cuevas, formadas por más de cuarenta de origen kárstico (destacando la conocida como La Cueva del Nicho o S-6), se han encontrado impresionantes ejemplos de cerámicas intactas y completas “a la almagra” de este periodo del neolítico, -fechado en el siglo V a.c- y que hoy en día se pueden admirar en el Museo Arqueológico de Cádiz, o en el de Sevilla; además de varios restos de utensilios y huesos. Llego a Meta, o a la Cruz del Puerto como se la conoce. De ahí sale un camino que llevaba a “Archite” un poblado ya desaparecido entre ambas poblaciones.
Con tanto mirar a un lugar o a otro, no me ha salido un tiempo muy bueno, pero en esta subida de entrenos, he aprendido mucho de estos casi cinco Kms. Me dejo llevar hasta Benaocaz (Ben-Ocaz o “Hijo de Ocaz”) pueblecito de origen árabe que contemplo a los pies de la Sierra del Caillo, con el Pico Cao en todo su esplendor presidiendo el conjunto (5ª cima más alta de la provincia de Cádiz) En Benaocaz, la hembra na más reza el dicho popular. Se cuenta que cuando los Reyes Católicos iban de camino a Granada, a finales del 1.491, pasaron por estos lares, y cuando la comitiva transitaba por el poblado, solo salieron a recibirlos las mujeres, por estar todos los hombres laborando en el campo. Doy la vuelta justo en la entrada del pueblo, a los pies de la Iglesia de San Blas. Cada 3 de Febrero, todos los telediarios nacionales abren con la curiosa procesión de este santo, con fama de fiestero, que es llevado en volandas por los mozos al ritmo de despacito o de Paquito el chocolatero.
Despacito es como bajo de nuevo a Ubrique. A ver qué me invento para justificar mi crono tan mediocre. Pero esa será otra historia.